jueves, 21 de febrero de 2008

El jardín mas hermoso

No era muy bonito que digamos. Es más, el exceso de agua hacía que muchas veces estuviera encharcado, aparecieran tréboles y hasta en algún momento unos hongazos que podrían haberme sacado de pobre si los cultivaba y hacía mi propia línea de champignones. Así es como podría describir lo que en un tiempo pasado era el jardín de mi casa.

Mi nonno (mi abuelo, llamado así por venir de las tierras norteñas del país de la bota, llámese Italia para los que reprobaron geografía), era un hombre corpulento, alto y a pesar de su edad con mucha fuerza. Desde pequeño, trabajó en el campo, hasta que llegó por estos lares sudamericanos, dedicándose a diversas labores como la construcción de puentes hasta la fabricación de bolicheras, negocio al cual le dedicó gran parte de su vida. Pero a pesar de las mil y un faenas y labores que realizaba, le gustaba estar siempre cerca de su huertito, del jardín, regándolo, arreglándolo o haciéndole alguito.

Muchas veces recuerdo como es que, al llegar yo a casa ya sea después de clases o del trabajo, me recibía un profundo charco de agua con barro y por supuesto, las infaltables caras largas, quejas, renegadas y demás por parte de mi papá, de mi mamama, de mi mamá o de mi hermano. “Pucha que tu nonno se olvidó de cerrar el caño…. Que se olvida que ya regó y riega de nuevo….. Que se olvidó, que se olvidó….”. Ah caray, pensé yo, acá debe pasar algo raro. Si bien conforme los años avanzan, nuestros cuerpos se van desgastando, la memoria se vuelve débil, ya se hacía extraño que la memoria a corto plazo de mi querido italiano mayor, fuera tan frágil.

“Alzheimer señora, eso es lo que tiene su padre”, fueron las palabras que el doctor le dijo a mi mamá. Bueno, sabía que era una enfermedad degenerativa, que si la paciencia me abundaba iba a tener que sacarla de donde no la tuviera, que eso explicaba los chispazos y chiripiolcas que le venían, las olvidadas y demás. La verdad no pensé lo jodido que se iba a poner el asunto conforme el tiempo transcurría.

El jardín se fue poniendo cada vez más feo. Ya no estaba regado, estaba ahogado, inundado, anegado, tanto asi que el agua se filtraba a la piscina que queda junto al jardín. Era una fijación con las plantitas que yo no lograba entender. Y lo mas anecdótico del asunto (ahora me río, esa vez me desesperé) es aquella vez en que escucho el grito de mi abuela y al bajar, encuentro a mi abuelo con un hacha, tumbándose de cuajo y porrazo un árbol que estaba en el jardín, puesto que según él, “era feo”. Si alguno de ustedes, señores lectores, sabe como quitarle un hacha a alguien de 80 años, de 110 kilos de grasita y músculo, les agradeceré se sirvan mandarme la receta, porque créanme que a mi me costó y muchísimo. Pero al final, se salió con la suya. Esa noche, le hicimos un funeral al difunto árbol.

Poco a poco, mi nonno descubrió que su bastón, también podía ser una herramienta muy útil. Acomodaba las cosas con el bendito palo de miércoles, podaba las ramas del jardín con el bastón o simplemente si se molestaba, te caía un palazo bien dado en el poto o donde él apuntara. Cuantas veces quise desaparecerle el bendito bastón. Y creo que no solo yo, sino casi toda la casa y media familia también. Pero era entendible: él no sabía por qué lo hacía. “ Es alzheimer señora…..”

La comida era otra vaina. “Yo no he comido…. Si nonno ya comiste….. ¿quién yo? ¿Cuándo?..........Que si nonnito, ya comiste” y ampay al nonno, despacito, sin que nadie lo viera, abría la refrigeradora, se comía 4 plátanos, sin que te dieras cuenta se comía parte de tu plato, en fin. ¡Maldita sea tu alerta cochino alzheimer! ¿Esa es tu forma de decirnos acá estoy y me voy haciendo mas fuerte?

Chispazos de este tipo solía tener muy seguido. Pero la verdad que en el fondo, no me molestaba. Pero muy en el fondo. Cuantas veces habré discutido con mi papá, con mi hermano, con mi mamá cuando perdían la paciencia y también cuando era yo el que pecaba de impaciente. Hasta que un día, el nonno no se quizo levantar de la cama. Cosa rara en él. Llamamos a los bomberos (gracias bomberos, muchísimas gracias), lo atendieron, lo vieron, se lo llevaron al hospital. Trombosis (un coágulo para los no entendidos) es lo que tenía y se la pasó una semana entera internado. Jamás, y léanlo bien NUNCA, voy a perdonar al personal del hospital por haberlo amarrado a la cama para “que esté tranquilo”. Claro pues “profesional de la salud”, es un paciente con alzheimer, asi como dijo tu colega, pero facilito pues, lo dejan bien amarradito para que no fastidie, le revientan las venas de los brazos por el forcejeo, le maltratan las muñecas y tu te tomas tu gaseosita y te quedas en la estación de guardia metiendo chongo, mientras que ni a mi ni a nadie de mi familia, nos dejas pasar la noche con él para cuidarlo. Agradece que no te mento la madre, porque es muy probable que la mia lea este escrito.

Cuando mi nonno salió del hospital, me pasó algo muy extraño. Justo yo estaba en clases y el profesor se quedaba con los celulares para que no nos distraigamos. Sonó el mío y cuando contesté, Dani me avisa que la mamama del gordo había fallecido. Pucha madre, pobre mi gordo. Tas loco compadre, no es mi pata, es mi hermano, chau profe, mañana no vengo. Y nos quedamos con el gordo toda la noche. Nos pasamos parte del velorio recordando mil y un historias de la mamama del gordo. Tuve el gusto…. tuve el honor de haberla conocido, al igual que a la mamama Margot (esta es por ti Dani). Pero justamente ese día del velorio, me crucé con una ratona pequeñita muy especial, a quien le dedicaré alguno de mis escritos futuros. Ya cuando las cosas con el gordo estaban mas calmas, decidí salir ese sábado al karaoke con unos amigos. Merecía distraerme, porque con todas las correrías del nonno estaba demasiado tenso. Y justo esta ratona pequeñita que mencioné fue conmigo y la pasamos demasiado, pero demasiado genial. El domingo solo atinaba a recordar mi espectacular sábado y en la noche, me eché con mi nonno.

Algo raro pasaba acá. No reaccionaba igual, estaba un poco ido, su enfermera me comentó que no reaccionaba bien y que por momentos se desconectaba. “Es alzheimer señora….” Tuve una conexión muy especial ese día con mi nonno. Nos quedamos dormidos los dos, el me agarraba la mano, me la besaba, la ponía junto a su cabeza, me acariciaba. Y se quedó dormido. Yo subí a mi cuarto a descansar, porque estaba hecho papilla con el trajín del domingo.

“Tiago, baja urgente, el nonno no reacciona” fue lo primero que escuché ese lunes. Bajé y mi nonno estaba tendido en su cama. No sabía que le había pasado. Llamamos a los bomberos (gracias, una vez mas amigos mios) y había que llevarlo de nuevo al hospital. “Mamama no llores, quédate tranquila, tu sabes que los de la bomba lo van a tratar bien”. Me quedé todo el día con mi abuela y recé como nunca lo había hecho. Esa noche regresaron mis papás del hospital con buenas noticias. “El nonno sale mañana en la tarde. No es nada grave”. ¡Buena voz! ¿Ya ves mamama? Ahora si a dormir, que hemos tenido un día demasiado movido y mañana recibimos felices al nonno.

El grito desgarrador de mi abuela, es algo que aun no me lo saco de la mente. Después de 58 años de casados, después de una llamada telefónica pidiendo que vayamos urgente al hospital, mi viejo llama a la casa: “Tiaguito…. El nonnito ya está descansando…..” La verdad, ya me lo esperaba. Será que quiso darnos tranquilidad antes de partir, la verdad no se, pero felizmente me eché con él el día anterior y me quedé toda la noche con él. Daniel llegó primero a mi casa. Al gordo no le pasé la voz porque lo de su mamama estaba muy fresco.

El día del velorio y del entierro, le demostraron todo el cariño que le tenían. Los de la compañía de bomberos a la que pertenezco, le hicieron guardia de honor y cuando salió el cortejo, tenía un camión de bomberos rindiéndole los honores con sus luces y sirenas. Era la forma en que la Surco te decía hasta pronto nonno, porque créeme que te querían y no sabes cuanto.

Desde ese día hasta hoy, extraño encharcarme los pies al llegar a casa. Ahora entiendo muchas cosas de su proceder y actuar. El hacía lo que en el fondo le gustaba, solo que al no recordar que lo había hecho, volvía a hacerlo otra vez. En pocas palabras, estaba siendo feliz. Ahora el jardín esta recortado, esta verde, fumigado, ordenado. La verdad, no me gusta para nada. Falta su sello, falta su dedicación, falta su alegría y el gusto errante que le aplicaba a sus podas. Soy conciente que no volverán, pero felizmente las disfruté, las renegué, las maldije pero sobre todas las cosas, las entendí.

“Es alzheimer señora….” Si, eso fue. Una enfermedad que lo hizo declinar de a pocos, pero dignamente, una enfermedad que nos hacía molestar, pero nos unió, una enfermedad que nos gastó, pero que nos hizo entender muchas cosas de la vida. Fue una enfermedad que no lo venció. Y hoy mi nonno vive en el recuerdo de los que lo conocimos.

Este es mi tributo a ti nonno, por todos los años de tu vida que me diste.

2 comentarios:

Lisa dijo...

Bella historia, me llego al corazon, no solo por el fondo, el cual es para mi tierno, sino tambien por la forma de ser relatada, por el sentimiento que transmite... muy buena!!!!!

eveDG dijo...

tiago!

mientras leia, unas cuantas lagrimas corrian por mi rostro y es que pocos son capaces de entender lo que es vivir con esa personita que te hace perdr lso estribos pero que es tu tuya, comprendo perfecto mi abue tambien tuvo una historia conmigo yo dormia con ella al lado en el mismo cuarto y aunque a veces la paciencia me abandonada, ya luego cuando no volvi mas a escuchar sus gritos, los extrañe demasiado, aun ahora necesito escuchar ruidos para poder dormir...